A los seres humanos nos estresa vivir. La vida actual se encuentra permeada por un ritmo frenético y por tantas necesidades creadas en un nivel tal que difícilmente podemos encontrar paz en nuestra vida cotidiana.
Se depositan expectativas en nosotros incluso antes de nacer y hay caminos marcados familiar y culturalmente: dejar el pañal, hablar “bien”, estudiar mucho, tener pareja, ser sociable, ser adulador, ser muy competente a nivel vincular y sexual, tener una imagen presentable, cuidar los empleos trabajando más que los otros, y un interminable etcétera. Esas presiones de origen social las interiorizamos a tal punto que terminamos siendo más tiranos con nosotros mismos que el mencionado entorno.
Nos convertimos en nuestros principales enemigos al involucrarnos en una competencia social agresiva y/o en un nivel de autoexigencia alto, y sólo podemos mitigar el alto nivel de estrés con gotas, pastillas o yoga.
La actividad física, que en teoría representa una muy buena estrategia para el afrontamiento del estrés, la convertimos en un medio para buscar obsesivamente vincularnos al estereotipo de “vida saludable y belleza”, y termina por quitarnos paz al sumarse a otra gran cantidad de compromisos, propósitos y necesidades.
Ahora bien; esas necesidades no merecen tampoco ser satanizadas en sí mismas, y representan una orientación social y cultural al desarrollo cognoscitivo, económico, de la autonomía y del bienestar. La competencia social en términos de imagen se traduce en una competencia para aumentar las posibilidades de obtener medios materiales: empleabilidad, interacciones sociales y comerciales, entre otras cosas, que fuera de todo prejuicio puede entenderse como dinámica contemporánea de competencia entre los seres humanos, quizá menos idealizada que la competencia del nivel educativo o de la capacidad de trabajo, pero más pacífica que otros tipos de competencia que han ido desapareciendo: apellido, jerarquía, violencia de clases, etc.
Pero, si el camino no es satanizar y abandonar dichas necesidades, ¿cuál es?
Frente a los altos niveles de estrés en nuestra vida, las personas tenemos dos retos:
- Aprender a disfrutar de la experiencia presente (activar los sentidos), desconectándonos de compromisos y problemas en ciertos momentos del día,
- Decidir para quitarnos cargas, abandonando necesidades, presiones o temores. En un nivel moderado y balanceado, cuidar la imagen y la salud, emprender, trabajar, estudiar y competir socialmente nos permiten vivir bien y sentirnos a gusto. También será esencial darles importancia y tiempo a los espacios sociales de integración y entretenimiento, así como al desarrollo de hobbies, actividades de disfrute personal y al descanso físico y mental antes de ir a dormir.
Al final, si tenemos demasiadas cosas importantes entonces ninguna de esas es tan importante.
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