¿El pobre es pobre porque quiere? apuntes desde la psicología sobre la movilidad social

por | May 16, 2023

Las acaloradas discusiones sobre temas socioeconómicos y de ideología política traen de base generalmente una diferencia profunda entre los contendientes en lo relativo a la concepción que se tiene de las posibilidades y limitaciones del ser humano para generar riqueza personal y social en relación a las condiciones materiales y sociales de su entorno.

Dicho de otra manera, unos piensan que el ser humano puede generarse riqueza y mejorar sus condiciones de vida tanto como puedan, independiente del entorno en el que viven. Otros, creen que las condiciones del entorno limitan el potencial y la capacidad efectiva de sujeto para mejorar sus condiciones vitales y socioeconómicas. Podría plantearse de forma esquemática que hay dos extremos (-Puedo hacer con mi vida todo lo que me imagine y conseguir lo que quiera- VS -las condiciones materiales y sociales determinan hasta donde puedo llegar y qué puedo tener-) y puntos intermedios entre ellos, que pueden tener tendencia hacia uno de esos extremos, o ubicarse en el centro.

Usted, lector, ¿dónde se ubicaría en ese espectro?

Me da la sensación que el solo planteamiento de la posibilidad de puntos intermedios, es decir, acudir nuevamente a la superación del binarismo, el blanco-negro, como en casi todos los temas de controversia en nuestra actualidad, nos permite una discusión más completa e interesante.

Abordar el tema a cabalidad implicaría pasar por un sinnúmero de cuestiones científicas y filosóficas, acudiendo a una gran cantidad de datos y ejemplos puntuales, cuidándose de caer en falacias argumentativas del tipo: yo conocí a una persona…, yo he visto como hay gente que…, etc, que llevan a generalizar de forma inadecuada. Tal rigurosidad excede las intenciones y posibilidades de este formato; sin embargo, se ofrecen a continuación algunas preguntas (e ideas) y algunos datos que pueden servir de puente entre propuestas de corte teórico-científico y las ideas populares que circulan en conversaciones familiares, callejeras y en redes sociales; no para que sean resueltos los debates con total certeza, sino para que se afine mejor el foco de la discusión y se superen posturas que se caen por su propio peso (generalmente la de los extremos).

En principio, los datos sobre movilidad social en Colombia son desalentadores, y la marcada diferencia entre países muestra la poderosa influencia de “algo” vinculado al territorio y/o a la gente que vive allí, en las posibilidades de movilidad social: “llegamos a creer que en una sociedad desigual puede existir igualdad de oportunidades, lo cual, según Robert Solow, es engañoso pues no hay igualdad de oportunidades cuando unos pueden comprarlas y otros no. Peor aún cuando se cree que la pobreza es mental, ignorando la endogeneidad que puede existir entre esta y las decisiones restringidas que la misma obliga a tomar. No en vano, Mani et al. (2013) demuestran que el mismo granjero en la India tiene un mejor desempeño cognitivo después de la cosecha -cuando es relativamente rico- que antes, controlando por otros factores.

Toda esta discusión aboca al hecho de que, en Colombia, a un niño pobre le toma 11 generaciones alcanzar el ingreso medio, mientras que en los países nórdicos entre dos y tres, según la Ocde.” (Torres Alarcón, 2018).

Un simple análisis semántico de la información expuesta por esta y otras fuentes, permite concluir, sin embargo, que la movilidad social es posible.

Incluso, en contextos muy desfavorables, existen casos de saltos significativos en términos de nivel de ingresos en muy pocas generaciones. Sin embargo, es distinto afirmar que puede lograrse en ciertas condiciones, a decir que cualquiera, independiente del contexto, puede hacerlo.

A raíz de lo anterior, y mediante el análisis fragmentado como consecuencia del proceso formativo personal desde la psicología (ciencias cognitivas, psicología social, psicología clínica, etc.) y la experiencia en la atención profesional con diversas poblaciones y contextos, propongo preguntas específicas que desde mi área de conocimiento permiten ir en busca de algunas de las variables más determinantes, entendiendo que las respuestas abarcativas y concluyentes son difíciles de encontrar y requieren de sistematicidad:

  • ¿Qué rasgos de personalidad se requieren para que se facilite la movilidad social en un ser humano?
  • ¿Qué condiciones familiares y afectivas se requieren para ello (estilo de apego y de crianza, por ejemplo)?
  • ¿Qué ideas, creencias, enseñanzas de la familia y del contexto cercano, relacionadas con objetivos, formas y hábitos, se necesitan para que se facilite dicha movilidad social?
  • ¿Qué nivel educativo se requiere?
  • ¿Qué tipo de experiencias vitales, favorables o desfavorables, se requieren para desarrollar una movilidad social significativa?
  • ¿Qué condiciones materiales y necesidades básicas satisfechas se requieren para que el ser humano esté en posición de acrecentar su patrimonio y no apenas alcanzar a sobrevivir?
  • ¿Es suficiente la disciplina, la capacidad de sacrificio y el alto nivel de esfuerzo?

Cada lector podrá tener o buscar información y criterios para responder cada una de las preguntas, luego ubicarse en un punto del espectro mencionado al inicio, y posteriorme, de forma razonablemente coherente, tomar una posición política (esa tendencia racional no es muy natural que digamos en el ser humano). Sin embargo, me permito plantear algunas ideas para concluir el presente texto:

El ser humano nace con un relativamente estrecho margen de libertad y voluntad (genes, cultura, posibilidades materiales) y lo puede ir ampliando mientras crece, en mayor o menor medida, de acuerdo a algunas habilidades de base (para combinar y asociar información análoga, habilidades particulares de origen genético) y al potencial del mismo contexto para educar en diversidad de perspectivas, y para promover rasgos personales funcionales que favorecen la capacidad de adaptación y la habilidad competitiva en el sistema socioeconómico actual: trabajar para ganarse las cosas, capacidad de sacrificio y paciencia, hábito del ahorro, habilidades administrativas, habilidades sociales, habilidades comerciales, habilidades laborales, etc. De la comprensión de esa función variable se deduce que el mérito, y por tanto la posibilidad real de movilidad social, debe ser inspeccionado en las ideas y en los actos resultantes de una cantidad de variables complejas: biología, historia, contexto cultural y azar. Al final, con tantas variables jugando, el margen de libertad y de acción es mucho menor del que quisiéramos, y son precisamente los contextos sociales e institucionales favorables los que ayudan a ampliarlo.

Torres Alarcón, J. (2018). Nadie es pobre porque quiere. La República. Extraído el 23 de mayo de 2021 

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